REVIEW: The Midnight Club – Temporada 1.
Tal y como viene siendo (una bonita) tradición, la llegada del otoño a nuestras vidas es sinónimo del lanzamiento de la nueva serie de Mike Flanagan para Netflix. Cuatro años han pasado ya desde que el director responsable de películas como Hush (2016) o Gerald’s Game (2017) nos conquistara y aterrorizara a la vez con The Haunting of Hill House, un profundo drama familiar lleno de reflexiones vitales que sin duda marcó un antes y un después en lo que al género de terror de los últimos años -al menos en televisión- se refiere. Lo mismo que Bly Manor (2019), la segunda entrega de la franquicia, una triste pero preciosa historia de amor sobrenatural que años después aún no hemos acabado de procesar. Creo que aquí fue cuando la cita anual con Flanagan pasó a ser prácticamente obligatoria. Midnight Mass (2021) fue la rúbrica, la confirmación de que habíamos sido testigos directos del nacimiento y posterior auge de uno de los mejores creadores del momento, no solo del gigante del streaming. Con ella nos demostró que sin una casa encantada de por medio su trabajo es igual de bueno, inquietante y eficaz. Toda una declaración de intenciones desde la perturbadora Crockett Island.
Este viernes 7 de octubre se estrena su cuarta producción, una serie radicalmente diferente a sus anteriores trabajos. Basada en una novela de Christopher Pike y en otros escritos suyos, la gran mayoría de su trama transcurre en Brightcliffe, una mansión semi-apartada del mundo, rodeada de bosques y naturaleza, reformada para servir como hogar de cuidados paliativos para jóvenes con enfermedades terminales, un lugar para que esos que han decidido -o la vida les ha obligado- dejar de pelear puedan vivir tranquilamente, rodeados de chicos y chicas en su misma situación, hasta que llegue el momento de despedirse de nuestro mundo. En palabras de la Dra. Stanton (Heather Langenkamp), su directora, ‘Brightcliffe no va de batallas. Es un permiso para abandonar el campo de batalla, para centrarte en vivir en vez de luchar. Cada día de vida aquí es una victoria’. Allí, ocultos en medio de la tranquilidad de la noche y los interminables y oscuros pasillos del centro, ocho jóvenes pacientes se reúnen cada medianoche para contarse todo tipo de historias terroríficas. Pero entre los miembros del «Club de la medianoche» también existe un pacto: el siguiente que muera les enviará señales del más allá a los demás.

En esta ocasión, nuestra protagonista es Ilonka (Iman Benson), una joven brillante y decidida que, justo cuando estaba a punto de irse a la universidad y empezar a vivir la vida que siempre había soñado, fue diagnosticada con cáncer de tiroides. Pronto, la quimio dejó de funcionar y su maldita enfermedad fue catalogada como terminal. Con 18 años recién cumplidos. Ilonka decidió buscar una alternativa y aquí es cuando descubrió la existencia de Brightcliffe, un centro para adolescentes en estado terminal cuya historia se convirtió en una pequeña obsesión para ella, con una fijación especial en el caso de Julia Jayne, una antigua paciente que, tras desaparecer misteriosamente durante una semana entera, regresó de la nada curada de su cáncer terminal. Sin nada que perder y cada vez más atraída por el enigmático hospicio, Ilonka ingresó como su nueva paciente.
Su relación con la centenaria mansión fue algo especial desde el momento en el que entró por la puerta. Y ella era plenamente consciente. Hechas las presentaciones tanto con la mencionada Dra. Stanton como con su sonriente enfermero (Zach Gilford), Ilonka conoce a sus nuevos compañeros de aventuras, un grupo tan diverso como carismático en el que las ganas de vivir y de disfrutar cada momento al máximo brillan en todo momento. Poco se imaginaba nuestra protagonista que estaba a punto de formar parte del selecto «Club de la medianoche». Junta a ella, otros siete miembros: Kevin (Igby Rigney), un chico con leucemia con el que no tardará a formar una unión tan bonita como especial; Spence (William Chris Sumpter), carismático y divertido pese a ser uno de los pacientes más castigados; Natsuki (Aya Furukawa), una chica de origen asiático diagnosticada con cáncer de ovarios; Sandra (Annarah Cymone), firme creyente y devota religiosa pese a su linfoma; Amesh (Sauriyan Sapkota), el nerd del grupo, una fuerza que ni un glioblastoma ha conseguido parar; Cheri (Adia), aficionada a la música e hija de actores millonarios capaz de inventarse cualquier cosa en cualquier momento; y la excepción que confirma la regla, Anya (Ruth Codd), una chica en silla de ruedas de actitud más bien complicada pese al gran corazón que late en su interior. Cosas de la vida. Anya también pasa por ser la compañera de habitación de Ilonka.

Lo que hace de The Midnight Club una serie única es su tremenda habilidad para contar múltiples historias a la vez, centradas en todo tipo de personajes -reales o imaginarios- sin desviarse de su rumbo ni llevar al espectador a la confusión o al aburrimiento. Por supuesto que la historia de Brightcliffe y sus cada vez más inquietantes misterios sirve siempre como el eje central de la trama, pero el hecho de que cada medianoche se cuente una historia le ofrece infinitas posibilidades de exploración. Y si le sumamos que cada una de ellas es inventada y narrada por un personaje diferente la combinación es absolutamente ganadora. Desde una odisea futurista digna de un grande de la ciencia ficción hasta una historia de detectives en blanco y negro pasando por un asesino en serie de instituto. Todo es posible cuando las luces se apagan y los relojes marcan las doce… incluso que alguien del más allá llame a la puerta…
Igual que en sus producciones previas, Flanagan, esta vez haciendo equipo con Leah Fong (The Haunting of Bly Manor), la cual sirve como co-creadora de la ficción, utiliza de una forma muy acertada la base que le proporciona la historia de terror de turno para profundizar en todo tipo de dilemas existenciales. En este caso, pese a volver a sus raíces y recurrir de nuevo al marco de la casa encantada llena de laberintos, sitios ocultos y secretos del pasado, la serie se centra en un grupo de adolescentes y eso abre muchísimas puertas cerradas para los adultos. Las nuevas generaciones lo ven todo de una forma distinta, también conceptos como la muerte o las creencias/convicciones de cada uno, y, fantasmas, apariciones, ritos paganos y fenómenos sobrenaturales aparte, ahí es donde encontramos el verdadero motor de The Midnight Club: en el sentimiento de esperanza y en el corazón de sus protagonistas. Tanto los diálogos como los monólogos reflexivos mantienen el nivel de calidad al que estamos acostumbrados, pero esta vez viajamos a través de otro enfoque. Los adultos siempre acaban apareciendo para dar su punto de vista o incluso para corregir algunos comportamientos, pero, al final, los chicos son los que cargan con la mochila con la misma independencia con la que les vemos navegar por sus días buenos, malos y peores en la residencia.
The Midnight Club es una serie que da muchísima importancia a la fe de cada personaje, algo que Flanagan y compañía también hicieron en Midnight Mass. La diferencia principal entre ambas es que aquí la religión apenas aparece. Hablamos de una fe mucho más abstracta, incluso sobrenatural en la mayoría de casos. El bonito y esperanzador mensaje sobre los devastadores efectos del cáncer y lo que supone vivir con la enfermedad también es otro de sus puntos más destacables, igual que las maravillosas actuaciones de todo su reparto y esa puesta en escena tan característica del productor estadounidense y su equipo. Al final del día, sus 10 episodios forman una entretenida aventura capaz de abarcar múltiples capas, realidades y géneros. Quizás he echado de menos un poco más de fundamento (Y MÁS TERROR) en una trama principal demasiado corta y previsible. O igual es que venía con las expectativas muy altas, también pude ser. The Midnight Club no es ni mucho menos el mejor trabajo de su creador, pero, además de un octavo episodio impresionante, tiene muchas cosas interesantes que ofrecer y un mensaje que merece ser escuchado. Tampoco necesitamos más.
NOTA DE LA TEMPORADA: 7.9/10
CAPÍTULO FAVORITO: Road to Nowhere (1.08).
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