‘THE LAST OF US’: LONG LONG TIME (REVIEW)

REVIEW: The Last of Us 1×03 – Long Long Time.

SPOILERS A CONTINUACIÓN

Si el de la semana pasada fue el episodio de la dolorosa muerte de Tess (Anna Torv), este ha sido el de conocer la historia de Bill (Nick Offerman) y Frank (Murray Bartlett), personajes que ya habían sido nombrados más de una vez en la serie, amigos de Joel y Tess cuya casa debía ser la próxima parada del viaje hacía el oeste. Escrito por Craig Mazin y dirigido por Peter Hoar (It’s A Sin), no solo hablamos de una maravillosa hora de televisión, probablemente una de las mejores de los últimos tiempos, ya que ‘Long Long Time’ también sirve como el primer capítulo en el que la ficción se desvía a lo grande del material del videojuego que adapta, expandiendo y narrando a través de un extenso flashback la preciosa relación surgida de la más absoluta casualidad que cambió sus vidas. En el videojuego, su historia es totalmente distinta, no tiene nada que ver. No entraré en muchos detalles porque es un tema bastante largo pero en vez de un cuento de amor es más bien un relato lleno de odio en el que Bill, Ellie y Joel acaban encontrando a Frank ahorcado en su casa, dejándole una carta a Bill en el que le expresa toda su repulsión y rencor. No tuvieron un hermoso romance, tampoco vivieron juntos. Lo que han logrado los responsables de la serie en este episodio es sencillamente increíble. Sin grandes adornos pero con mucho corazón y sentimiento han demostrado que puedes desviarte del material original sin perder la esencia que lo hace único. Toda una lección de cómo encontrar un pequeño resquicio de luz en un mundo de oscuridad.

Su título, ‘Long Long Time’ es una referencia a la canción de Linda Ronstadt que ambos tocan en el piano poco después de conocerse, una canción cuya letra tiene un gran significado para Bill y que habla sobre la necesidad de curar nuestras heridas, por mucho miedo que pueda dar la idea de confiar en otra persona, si queremos ser amados. Gracias a ella conectan de forma definitiva, el punto de partida a los mejores años de sus vidas.

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Photograph by Liane Hentscher/HBO.

Pero antes de centrarnos en Bill y Frank, el capítulos arranca dedicándole unos minutos a Joel y Ellie en el camino hacía su hogar. Aunque ella intenta hablar y ser amable con su compañero de odisea, Joel continúa mostrando la misma actitud semi-hostil, seria y solitaria hacía la pequeña. Poco a poco. Su primera parada es una casa abandonada en medio de la nada en la que Joel escondió suministros. Mientras los recupera, Ellie explora sus rincones, encontrando, además de una máquina de videojuegos que muchos reconocerán, un sótano escondido con un Corredor atrapado entre las ruinas al que le acaba clavando un cuchillo en la cabeza. De nuevo en marcha, tras presenciar otra escena icónica de la saga como es la de los restos de un avión estrellado en medio de la verde naturaleza, Ellie le pregunta a Joel cómo empezó el apocalipsis. Este le cuenta que la teoría más plausible es que el virus (cordyceps) mutó, contaminando harina o azúcar. De ahí pasó a los humanos y en pocas horas ya existían infectados empezando a morder. ‘El viernes 26 de septiembre de 2003. El lunes ya no quedaba nada’. Poco después, la curiosidad de la niña la lleva a ver algo que Joel quería ocultarle; unas aterradoras fosas comunes en las que aún permanecían los restos de personas ejecutadas en su día por el ejército, muchas de ellas sanas, por falta de sitio en las Zona de Cuarentena. Otra muestra de los cruel y despiadada que acabó siendo la sociedad a raíz de la pandemia.

De aquí pasamos al flashback. Conocemos a Bill el 30 de septiembre de 2003, cuando las fuerzas del orden estaban evacuando la pequeña zona residencial de Lincoln (Massachusetts) en la que vivía. Bill era un tipo bastante peculiar, reclusivo, rebelde y conspiranoico, uno de esos americanos que en la vida real se habría declarado como antivacunas y habría participado armado hasta los dientes en el asalto al capitolio. Como tal, su casa estaba preparada para cualquier evento apocalíptico. Contaba con un búnker lleno de provisiones y armamento, además de un espectacular sistema de seguridad. Eso le permitió esconderse durante el proceso de evacuación, lo que le dejó absolutamente solo en el mundo. Durante los cuatro años siguientes se dedicó a recolectar todo tipo de suministros y utilidades; desde un generador hasta comida, vino y lo necesario para construir una valla electrificada llena de trampas mortales alrededor de la zona que rodeaba su casa, una zona prácticamente infranqueable en la que pasaba sus días en soledad, con gas, agua caliente y otras comodidades casi extintas en esos tiempos, hasta que alguien cayó en uno de sus agujeros.

Ese era Frank, un tipo vagando en busca de la Zona de Cuarentena de Boston tras la caída de la de Baltimore y la pérdida de sus diez compañeros de viaje. Milagrosamente, Frank consiguió convencer a un reticente Bill de que le diera algo de comer y ahí es cómo entró en su casa y en su vida. No tardaron en conectar y la mencionada escena del piano fue definitiva. De la música al acercamiento y del acercamiento al primero beso de dos almas solitarias a las que el fin del mundo les había regalado la oportunidad de abrirse y ser ellos mismos. Sin miedos ni temores. Pasaron los años y su relación fue creciendo y creciendo. Compañeros de viaje hasta el final, estaban hechos el uno para el otro. Pese a sus pequeñas discusiones y la personalidad arisca de Bill. Habían encontrado lo que todos buscamos, el amor verdadero; sincero, tierno y especial.

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Photograph by Liane Hentscher/HBO.

Una de las muchísimas escenas que destacaría entre ellos es cuándo Frank le dice a Bill que quiere pintar la valla y arreglar un poco el jardín porque ‘tendremos amigos y vamos a invitarles a que vengan ‘. Incrédulo, su respuesta es muy clara: ‘nosotros no tenemos amigos, Frank. Nunca los tendremos. Porque no hay amigos que tener’. Pero quedaba un pequeño giro y es que como buen radioaficionado, Frank había estado hablando con ‘una mujer muy maja’ por la radio… Tess. De ahí nació su relación con ella y Joel, los cuales aparecen en un flashback dentro del flashback comiendo en su casa, poniendo las primeras piedras de lo que iba a ser una fructífera relación que duraría años y años. Frank adoraba a Tess. Quizás Bill también. Incluso, aunque nunca se lo acabara de decir, sentía aprecio por un Joel que vaticinó lo que ocurriría poco después, un asalto armado a su fortaleza por parte de un grupo de carroñeros. Gracias a dios que su remodelada valla y sus trampas lograron contenerlos -Joel le aconsejó bien- y lo único a lamentar fue un disparo del que acabaría curándose sin secuelas.

Y de aquí damos un último salto a 2023, diez años más tarde. El paso del tiempo ha causado estragos y ambos han envejecido sustancialmente. Frank está enfermo, en silla de ruedas, y apenas puede valerse por sí mismo. Aunque sigue aprovechando las mañanas de sol para pintar, sus cuadros ya no lucen como antes. Han pasado dos décadas juntos, disfrutando cada día de su vida, pero ahora todo ha cambiado. Por eso Frank toma la decisión que ninguno queríamos que ocurriera. Esa noche se iban a vestir de gala, se darían el si quiero, sellando su amor de forma simbólica, y Bill prepararía una de sus deliciosas cenas. La última. Después, Bill le mezclaría el vino con una alta dosis de sus pastillas Una dosis letal. Cerrarían el círculo en la misma mesa en la que compartieron su primer bocado juntos. Con la misma comida y el mismo plato. Pero lo que el pobre Frank no imaginaba es que Bill también optaría por la misma fórmula. Y así se despidieron de este mundo, juntos hasta el último instante, en su cama. Se fueron a dormir y ya no despertaron. Al fin y al cabo, ¿qué pintaba Bill en este mundo sin Frank? ¿qué propósito le quedaba?

Para terminar, volvemos con Ellie y Joel en su llegada a la casa. Dentro de ella, nadie. Velas totalmente derretidas, platos con restos de una cena en la mesa, las planas sin regar… Bill y Frank se habían ido. Pero quedaba una carta, dirigida ‘A quien la lea. Seguramente Joel’ en la que Bill se despedía y le dejaba todas sus pertenencias. Ellie la encontró y Ellie la leyó: ’29 de agosto de 2023. Si encuentras esto, por favor, no entres en el dormitorio. Dejamos una ventana abierta para que la casa no oliera, pero no será agradable de ver. Supongo que eres tú, Joel, porque cualquier otro se habría electrocutado o habría caído en una de mis trampas. Coge lo que quieras. El código del búnker es el de la puerta, pero al revés. En fin, nunca me caíste bien, pero es como si fuéramos amigos. Casi. Y te respeto. Quiero contarte algo, porque seguramente será la única persona que lo entienda. Antes odiaba al mundo y me alegró que murieran todos, pero me equivocaba, porque si valía la pena salvar a alguien. Y eso hice. Le salvé y le protegí. Para eso estamos los hombres como tú y como yo. Tenemos una misión. Y pobre del hijo de puta que se cruce en nuestro camino. Te dejo todas mis armas y mi equipo. Úsalo para cuidar de Tess…’

Otra vez más dando donde más duele. Y las que quedan. Pero la carta cumplió su propósito y sirvió para despertar de una vez la humanidad que quedaba en Joel. Ahora sí, por fin acepta a Ellie como compañera de viaje y sabe que su deber es protegerla. Su próximo destino será Wyoming, lugar donde espera encontrar a Tommy. Mientras la batería del coche de Bill se carga y acaban de coger provisiones, Ellie encuentra la antigua pistola de Frank… y se la queda. Tras pedir un arma cuarenta veces por fin tiene una. ¡AH! Y se pone la icónica camiseta por la que todos los fans del videojuego la reconocen. Llega el momento de volver a la carretera para cerrar un episodio perfecto, brillante, emotivo como pocos, cargado de significado, que habrá hecho llorar a muchos. Atrás dejamos la casa de Bill, con un plano de la ventana de su habitación, con la suave brisa moviendo sus cortinas, otra fotografía mítica del videojuego. ¿Próxima parada?

NOTA DEL EPISODIO: 9.8/10

MVP: Nick Offerman y Murray Bartlett.

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