‘WESTWORLD’: REVIEW (4.08)

La gran pregunta que nos planteamos los seguidores de Westworld en cada final de temporada es ¿qué **** va a pasar ahora? Nunca falla. Hablamos de una serie tan compleja e imaginativa que prácticamente todo puede ocurrir. Siempre hay muchas teorías encima de la mesa y aún así no solemos acertar. Es uno de sus encantos. No solo hablo para la capacidad de sorprender en cualquier momento, también por su habilidad a la hora de tener al espectador «entretenido» durante toda la semana con especulaciones y teorías varias sobre qué ocurrirá en el próximo episodio. Este es uno de los sellos característicos de la mayoría de producciones de Bad Robot (J.J. Abrams), sea con Nolan, como aquí y como en Person of Interest (CBS), o sea con cualquier otro creador de la factoría. ¿Quién no recuerda la época de Fringe? Sin duda alguna la más maravillosa de todos los años que llevo en este mundillo de las series…

En fin, este último episodio de la cuarta temporada de la serie viene con el título de ‘Que Será, Será’, el cual es una clara referencia a la popular canción compuesta por Jay Livingston y Ray Evans e interpretada por Doris Day, ganadora del Oscar a la mejor canción original en 1956 dentro de la BSO de The Man Who Knew Too Much de Alfred Hitchcock. Si echamos un repaso a su letra, la canción habla de una chica que la pregunta a su madre sobre su futuro, a lo que ella siempre le responde lo mismo: ‘lo que tenga que ser, será. El futuro no es nuestro para verlo’. Los anfitriones que aún siguen vivos se encuentran en una situación similar, todos tienen preguntas y dudas sobre el futuro, pero este no está en sus manos. Al final, todo recaerá en Dolores. Incluso añadiría otro paralelismo, William (MiB) también es nuestro particular «hombre que sabía demasiado». Tanto que acabó, una vez más, atrapado y sentenciado dentro de su propio juego.

Escrito por el propio Jonathan Nolan junto a Alison Schapker, productora ejecutiva y co-showrunner de esta temporada, la cual debuta como guionista de la serie, el episodio arranca en medio de la guerra por sobrevivir que William puso en marcha al final del anterior. El mundo se ha convertido en una especie de Battle Royale del que solo los más fuertes saldrán con vida. Y el oscuro pistolero encantado. Añadir que Richard J. Lewis, uno de los mejores directores que han pasado por Westworld, es quien dirige el capítulo, su sexto en cuatro temporadas.

Mientras tanto, Halores (Tessa Thompson) ha sido ‘resucitada’ por uno de esos androides blancos tan grandes y temibles. Nuestra villana favorita se prepara para la que será la colisión final con el que ha sido su mano derecha durante todos estos años ya el objetivo de ambos es llegar a la factoría donde está almacenado el Sublime. Eso sí, sus objetivos son muy distintos. Como siempre, William pretende destruir todo lo que se le ponga por delante, pero Halores tiene un as en la manga, un as llamado Bernard (Jeffrey Wright), el cual la hizo partícipe y ejecutora final de su plan antes de sucumbir. Su objetivo es sencillo, tiene que introducir la esfera original de Dolores, esfera que ha estado conectada todo este tiempo a la ciudad, convirtiéndola en una especie de admin en las sombras de todo lo que ocurría en el lugar, al Sublime. En el éxito de su misión recae la última esperanza para los de su especie.

Por su parte, C (Aurora Perrineau) y Caleb (Aaron Paul), siempre bien protegidos por Stubbs (Luke Hemsworth) continúan con su odisea en medio del caos para llegar al puerto. Lo que no esperaban era encontrarse con Clementine (Angela Sarafyan), la cual, tras declinar la petición de ayuda de Halores para ir en su caza, acabó convirtiéndose en la enésima víctima del episodio… no sin antes haberle dado el golpe definitivo al pobre Stubbs.

Una vez resueltas las demás tramas, con todas las cartas encima de la mesa, Evan Rachel Wood tomó el mando para cerrar de forma magistral lo que ha sido una temporada casi perfecta. Antes de nada, explicar que Christine, su nuevo personaje, nunca había existido, tal y como le contó Teddy (James Marsden) al final del último capítulo. Lógicamente, él tampoco. Ni siquiera Maya (Ariana DeBose), su amiga y compañera de piso lo era. Christine los creó a todos para no estar sola en un mundo hostil que luchaba por despertar su conciencia mientras ella dirigía las de los demás. Impresionante. Nadie lo vimos venir.

Mientras Halores decide poner fin tanto a su existencia como a la vida centinela en la Tierra, Dolores, la de siempre, vuelve a nuestras pantallas para aceptar el reto previsto por el plan de Bernard. Igual que C y Odina (Morningstar Angeline), los pocos humanos supervivientes no tardarán demasiado en extinguirse. Finalmente, la humanidad será aniquilada. Para ellos -nosotros- se acabaron las oportunidades. Pese a que Dolores decidió ver la belleza en su momento. Pero las inteligencias artificiales aún dispondrán de un último chance para demostrar que merecen vivir, aunque sea en otro mundo, el Sublime, el mundo de Dolores.

‘Hay tiempo para un último juego, un juego peligroso de alto riesgo, supervivencia o extinción. Este juego termina donde empezó, en un mundo como un laberinto que pone a prueba lo que somos, que revela lo que vamos a ser. Quizás esta vez nos liberaremos’. Con este bonito monólogo, la pianola vuelve a sonar. Estamos otra vez en Westworld, el complejo en el que comenzó esta historia. Eso sí, hay una pequeña diferencia respecto a entonces, ahora es Dolores la que manda.