Como en las temporadas previas, The 100 ha inaugurado una nueva temporada con una historia postapocalíptica entre los habitantes de Arkadia y los terrestres. Pero el desacuerdo entre clanes no es el problema principal. El mundo afrontará en unos meses un nuevo desastre nuclear que podría acabar con todos sus habitantes.
Empezamos en Polis, poco después de la destrucción de la Ciudad de la Luz y las muertes del Canciller Skikru Pike y la Comandante Ontari. La resplandeciente atmósfera de esperanza de la Ciudad de la Luz es contrastada por un lúgubre ambiente en Polis, sembrado por el caos, la incerteza y los enfrentamientos políticos. Dos líneas, demasiado obvias para estar tan definidas en los dos primeros capítulos, desarrollarán el hilo conductor de la 4a temporada: por un lado, la lucha por el liderazgo de Polis y la alianza entre clanes por un lado. Por otro, la supervivencia de la humanidad ante semejante catástrofe. Indiscutiblemente el futuro jefe de los clanes deberá lidiar con ambos problemas, deliberando las prioridades, posibilidades y soluciones.
La población de Polis se despierta llena de remordimientos, conscientes de sus acción en manos de ALIE y rodeados de familiares y conocidos fallecidos. La ira y el caos de desarma y los Skikru, especialmente Clarke, son señalados como los principales culpables. La desagradable escena desata una de las novedades prematuras de la temporada: una ambiciosa y precipitada introspección en los personajes principales. Clarke sigue mirando por el bien de su gente, intentando convivir con sus radicales decisiones pasadas y las pérdidas que supusieron. Parece que su capacidad para tomar las decisiones más eficientes en los momentos más difícil vuelven a caracterizar la protagonista. Por su parte Bellamy toma protagonismo dejando claro a Clarke que es su principal apoyo, aunque increíblemente parece que ella ya no parece estar enojada por la matanza de 300 terrestres en la que participó. Octavia, más feroz e impasible que nunca, por fin ha encontrado su papel en este enfrentamiento y parece que será una pieza clave en los próximos capítulos. Murphy, que había sido muy odiado y ha acabado siendo uno de los predilectos de la audiencia, sigue demostrando que el instinto y las ganas por vivir pueden solventar cualquier tropiezo. Por último, Roan, el heredero del Reino del Hielo que recordemos que había sido disparado mientras ayudaba a Clarke a llegar hasta Ontari. Su relación con Clarke desatará unas interesantes pesquisas políticas, aunque por ahora mantiene su confianza por los habitantes de Arkadia.
Como tantas otras series, los creadores vuelven a presentar una historia muy parecida a la primera temporada para captar de nuevo la atención del espectador. Para darle un toque diferente, como se mencionaba se profundiza en unos personajes que ya no dan más de sí. Si algo no caracteriza a The 100 es la complejidad de sus personajes, así que indagar de su interior mayoritariamente vacío puede que sea un error que se pague muy caro a lo largo de la temporada. Vuelven a entrar en conflicto las acciones individuales para soluciones colectivas (como la liberación de los 50 esclavos del módulo de “La Granja”), planteándonos de nuevo la pregunta que captó nuestra atención en los primeros capítulos de la entrega: ¿Hasta dónde llegarán los humanos para salvar su especie? La frialdad de los sacrificios y las batallas fraternales son adornadas con insulsas historias de amor como las de Harper y Monty y intocables amistades, aunque es sólo el egocentrismo el que defina la esencia del ser humano cuando se encuentra entre las cuerdas.
Las intrigantes y trepidantes escenas de acción vuelven a caracterizar la serie del canal CW que mantienen a flote un argumento con demasiadas lagunas (como las mágicas resurrecciones de Indra o Roan, la inesperada aparición de un tal Riley o la forzada química entre Clarke y Bellamy que acabaría por enterrar a la audiencia). Clarke parece que rápidamente ha olvidado la muerte de Lexa (aunque para que nosotros hayan pasado 10 mesos, para la protagonistas sólo unas horas) cuando realmente supuso un antes y un después; no sólo para la audiencia sino también para unos creadores perdidos ante la muerte de semejante pilar argumental, que deja en evidencia su falta de imaginación y un más que posible estancamiento de guión. La constante ambición de autosuperación de la entrega esperemos que no sea su propia condena. Solo nos queda esperar si The 100 vuelve a sorprendernos y plantearnos preguntas a la altura de la ciencia ficción y generar contradicciones en nuestro interior para remover nuestra moral y plantearnos cuáles serían nuestras decisiones ante tal compleja situación.
