Agents of SHIELD estrenó temporada por todo lo alto la semana pasada, y en su segunda entrega, la serie ha mantenido el nivel.
Si bien la season premiere estableció dos importantes tramas que son consecuencias de lo ocurrido el pasado mayo, el capítulo de esta semana ha profundizado en ambos, a la vez que nos ha presentado un nuevo arco narrativo y nos ha mostrado a dos favoritos ausentes la semana pasada. Kevin Tancharoen ha regresado para dirigir un capítulo mayoritariamente de transición, pero nos ha regalado una grata, si breve, sorpresa.
La semana pasada pudimos ver que Daisy estaba en una misión para encontrar otros inhumanos, y aquí se ha confirmado el objetivo de crear los Secret Warriors algo que, por ahora, se ha visto obstaculizado tanto por la falta de candidatos como por las valoraciones del Dr. Gardner, que insiste en la necesidad de tomarse las cosas con calma. Algo que, en general, no hace ninguno de los protagonistas.
Ni siquiera Melinda May, a quien reencontramos jugando a golf con su padre después de retirarse. Pero las intenciones de la ex agente pronto cambian. Después de la propuesta de Nick, en una misión para matar a Ward, y una charla con su padre, May admite que nunca podrá dejar la vida de espía y se une a su compañero. Por su lado, Ward está tomando el control de Hydra con la intención de reconstruir la organización. El objetivo, deshacerse de aquellos que sólo están ahí por el poder, y construir un grupo de trabajadores a los que pueda controlar fácilmente. Uno de sus primeros reclutas, el hijo de Wolfgang Von Strucker, a quién infiltra en la clase de psicología de Gardner.
La trama principal del capítulo, sin embargo, es la investigación sobre lo ocurrido con Simmons. El equipo llega a Fitz justo a tiempo para evitar que el monolito se lo lleve también a él, pero descubren restos de arena imposibles que les convence de lo que ya sabíamos, Simmons fue trasladada a algún planeta desconocido.
Coulson, ansioso por buenas noticias, decide buscar la ayuda de un viejo conocido; el asgardiano Elliot Randolph (a quién vimos en la primera temporada); con su ayuda, el equipo llega a un castillo en Inglaterra, donde encuentran una cámara diseñada para controlar el monolito. El primer intento abre el portal por poco rato, pero el suficiente para que Fitz mande una bengala de socorro, algo que servirá para alertar a Simmons. El mecanismo de la cámara se estropea, pero SkyeDaisy, es capaz de replicar las vibraciones generadas y hacer un segundo intento. Fitz, llevado por la desesperación, salta al portal atado con un cable para buscar a Simmons, que se ha acercado gracias a la bengala. El momento de máxima tensión llega cuando Daisy no puede aguantar el dolor de las vibraciones y el monolito se destruye, dejando el destino de los dos científicos sin resolver; por suerte, ambos consiguen volver.
Una alegría para el equipo, pero en una misión que podría haber ido muy mal. La insensatez de Fitz al lanzarse por el portal es un ejemplo de lo que avisó el Dr. Gardner. El equipo ha tenido suerte hasta ahora, pero todo puede torcerse y sus medidas desesperadas no son infalibles.
En un par de apuntes más, hemos podido comprobar que Coulson, además de actuar sin pensar demasiado, sigue sin aceptar lo ocurrido la temporada pasada; algo que se demuestra con los múltiples rechazos de su nueva mano y la dificultad para interiorizar la nueva identidad de Daisy. Por otro lado, aunque Simmons haya regresado, la experiencia en el misterioso planeta ha dejado secuelas en la chica, que despierta lista para atacar con un cuchillo; algo que, espero, sirva para explorar un poco más lo ocurrido. De lo contrario, la trama habrá quedado desaprovechada.

